La maraña de diversos y multifacéticos temas que el Kirchnerismo y en menor medida la oposición han puesto entre las prioridades de la agenda mediática, como el futbol para todos, la inseguridad, la ley de medios, las internas sindicales y demás; han hecho que casi no se hable de economía, que es la más grande falencia que tiene el gobierno de CFK.
Lo que tenemos hoy no es un modelo económico sino un modelo de poder, realmente admirable tanto en su ejecución como en su diseño, pero absolutamente inútil y costoso para la ciudadanía.
Cualquier economía del mundo funciona de acuerdo al siguiente esquema: los ciudadanos tienen necesidades, las necesidades se satisfacen con bienes y servicios, los bienes y servicios deben ser producidos, para producir más bienes y servicios se necesita inversión, tanto en equipos como en educación y capacitación.
Sin embargo a nuestro gobierno este asunto lo tiene sin cuidado, pareciera que lo único que le interesa es que la mayor parte del flujo económico pase por sus manos. Y que cada vez menos pase por las manos de los otros sectores económicos, a los que considera rivales y en algunos casos enemigos. El monopolio del poder parece ser el objetivo.
Intenta doblegar al campo, los medios, la justicia, las fuerzas armadas y las provincias. Disciplinó misteriosamente al actual congreso y se alió a otros sectores deseosos de incrementar su cuota de poder, el sindicalismo, los piqueteros, algunos intelectuales de izquierda, el setentismo y demás.
Todo esto en nombre de conceptos económicos. Redistribución del ingreso y de la riqueza, control de la inflación, lucha contra los monopolios, disminución de la pobreza y otros términos han definido falsamente muchos de los actos de gobierno.
Da la impresión de que el gobierno está tan preocupado por desalentar los supuestos intentos desestabilizadores que no tiene tiempo de ocuparse de la economía.
Mientras tanto, el mundo está cambiando. Los alimentos son cada vez más cotizados, Uruguay ha realizado una verdadera revolución exportadora de carne y Brasil de soja. Chile sigue su rumbo.
Los países están tratando de fortalecer la cadena inversión-producción-satisfacción de necesidades.
El dólar se debilita y las monedas emergentes (excepto nuestro peso) se revalúan por las crecientes exportaciones. Los capitales del mundo se vuelcan al otrora tercer mundo en busca de oportunidades que los países centrales no brindan. Brasil asoma como potencia, pero Argentina restringe el comercio bilateral, sufriendo las lógicas represalias.
Si no fuera porque tenemos cierta experiencia en desaprovechar las oportunidades históricas que el mundo nos brinda, nuestra actitud parecería necia, pero sin embargo nos parece esperable.
Quizás los argentinos sabemos tanto de política que entendemos a un gobierno que solo piense en administrar poder. Y no lo digo en tono irónico.
Publicado en ADN el 15/11/09