El
25 de mayo de 2003 asumió Néstor Kirchner. Duhalde estaba desgastado y casi no
tuvo más alternativas que llamar a elecciones y finalizar su gobierno
semi-constitucional después de la masacre del Puente Pueyrredón. El
santacruceño fue el continuador de la reactivación económica. Mantuvo a Roberto
Lavagna como ministro de economía, y consolidó el modelo de crecimiento. Canjeó la deuda en default con una importante quita.
El
año 2006 había empezado con un contundente pago total de la deuda con el FMI de
9530 millones de dólares. El mismo se hizo con más de un tercio de las reservas
totales que el país tenía ese primer día hábil del año.
Para
fines de septiembre ya se habían recuperado todos y cada uno de los dólares
girados al organismo, y hasta fin de año se acumularon 4000 millones de dólares
más.
Kirchner
cumplió tres años en el poder hace ya siete años. La inflación era de un
dígito, el desempleo bajaba y crecíamos a tasas chinas. Había autoabastecimiento
energético y quedaba capacidad instalada ociosa. El dólar oscilaba alrededor de
los tres pesos y cada dólar de las reservas internacionales del Banco Central
garantizaba dos pesos circulantes, por lo que no había ningún riesgo de corrida
cambiaria. Los dólares eran caros, sí, pero se podía comprar y vender tantos
como quisieras. Las economías regionales exportadoras eran pujantes y tanto los
trabajadores como los empresarios tenían considerables incrementos en su
ingreso real. Las importaciones no estaban restringidas, pero eran caras, por
el alto precio del dólar.
Durante
ese 2006, el Central compró un promedio de 56,5 millones de dólares al día.
El santacruceño era un ortodoxo (o muy prudente), sabía que las reservas habían
generado una enorme crisis en Argentina en el año 2001, cuándo en los últimos
meses del año la fuga de capitales se tornó incontenible (los dólares se iban del
país y por la Ley de Convertibilidad, cada dólar que se iba era un peso menos
que circulaba en la economía doméstica. El corralito fue una intervención del
último momento que solo evitó que quiebren los bancos y que las reservas
lleguen a niveles aún más bajos y más dramáticos).
Por
eso el modelo económico de los primeros años del kirchnerismo sostenido en tres pilares: el
tipo de cambio alto, el superávit comercial (consecuencia directa del primero)
y el superávit de las cuentas públicas.
¿Qué
pasó después?
En
2007 empezó el verdadero mal de la economía, la inflación. Algunos afirman que
es inflación importada, por el salto que dio el precio de la soja en los mercados mundiales.
En
2008 se anunció el pago al Club de París, fallido por el inicio de la crisis
internacional y se estatizaron las AFJP (meses después de que la enorme mayoría
de los aportantes había decidido quedarse en las mismas) y Aerolíneas.
A
fines de 2009 se creó el Fondo del Bicentenario, que permitía disponer de más
6500 millones de dólares de reservas para pagar deuda.
En
2011 se perdió el autoabastecimiento energético y se restringió el acceso a las
divisas. También por primera vez desde 2004 las reservas no alcanzaban a
respaldar la base monetaria (al tipo de cambio oficial). Si bien la economía todavía crecía
a ritmo de “tasas chinas”, el crecimiento del gasto público era mucho mayor y
el desfinanciamiento del estado se iba haciendo realidad.
En
2012 se expropió YPF, se restringieron las importaciones y se cerró el mercado
de dólares. En 2013 se congelan los precios de los supermercados y combustibles
para controlar la inflación.
Hoy
tenemos un país con un crecimiento cercano al 2%, inflación por encima de 25% y
desempleo subiendo (ya roza el 8%). Por cada dólar de reservas en el Banco
Central, hay casi ocho pesos circulando, mientras el tipo de cambio oficial es de $5,30. Las reservas cayeron en más de trece
mil millones en menos de dos años y tenemos déficit energético (en aumento).
También tenemos nostalgia, de aquellos tres primeros años gloriosos de la
década ganada.