La limitación.


Los liberales muchas veces nos oponemos a las medidas que restringen las libertades individuales a veces con pocos argumentos más que la propia ideología (que no es un mal argumento).

Particularmente creo que los temas instalados por la agenda oficial tienen el efecto cortina de humo para que no se hable de la debilidad política, de las dificultades de las finanzas públicas, de la pésima relación que el gobierno tiene con muchos sectores económicos y con muchos gobernadores, de los crecientes casos de corrupción, de la abrupta caída de nuestra imagen internacional y del creciente deterioro del bienestar social, educación, salud, desnutrición, desempleo, seguridad y otros asuntos afectados por el tramo descendente del ciclo económico.

Los temas que surgieron últimamente son realmente apasionantes, alcohol y drogas. El ministro Fernandez constantemente manifiesta los beneficios de la despenalización del consumo de drogas y paralelamente el enorme daño que el alcohol causa en nuestros jóvenes. Sería muy entendible su posición si se tratase de un activista rastafari, pero en boca de Fernandez suena bastante parecido a una contradicción.
El gobernador Scioli, ahogado financieramente, con innumerables problemas en el interior de la provincia y debiendo obediencia a Kirchner también se sumó rápidamente a la cruzada contra el alcohol, como para atenuar así su incómoda posición.

La brillante propuesta planteada como solución consiste en cerrar las puertas de los boliches a la una de la mañana, es decir, quién no entró antes de la una se queda afuera. Los boliches podrán expender alcohol hasta las cuatro y media y deberán vaciar el local a las cinco y media. Caso contrario deberán abonar cuantiosas multas. Todo en nombre de “poner límite el descontrol”.

Alguna vez he planteado desde este espacio la preferencia de nuestra ciudadanía por las medidas autoritarias. Sé que mucha gente está muy de acuerdo con esta medida y creé que los jóvenes no tienen la libertad de divertirse como les dé la gana.
Parece algo muy simple, hay que acostumbrarse a salir más temprano y listo. Y como remate se dice que en muchos países que sin dudas son ejemplo a imitar, los boliches funcionan en esa franja horaria.

Sin embargo, semejante medida es inaplicable en la Argentina, salvo que por la fuerza se quieran cambiar pautas culturales.
En cualquier restaurante de muchas zonas de Buenos Aires se puede ir a cenar a la una y media, y esto no pasa casi en ningún lugar del mundo. Es cultural cenar tarde, es cultural tomar algo en un bar y es cultural ir tarde a un boliche. Y las costumbres que no atentan contra terceros no se cambian con leyes.

No voy a subestimar la inteligencia de Scioli ni la de Fernandez (sí, la de los pro-fascistas que apoyan la medida) por eso se me ocurre que la inclusión de este tema en la agenda de asuntos importantes no es más que una cortina de humo.

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